Hacía tiempo que quería dar un nuevo aire a mi habitación, pero entre el tema del embarazo y el post embarazo, durante un tiempo me fue imposible sacar tiempo o energía suficiente para hacerlo. Me encanta como está decorada actualmente pero algo me pedía algún cambio, salir de cierta rutina, de ver todos los días lo mismo. Adoro los muebles que escogí para mi habitación, en un metal blanco roto que revitalizo con edredones y cojines de colores junto una pequeña mesa de madera blanca con escasa decoración, una estantería, y uno de esos cuadros de París tan populares hace unos años. Es algo sencillo, cómodo y de lo que no cansarse, además cada temporada intento cambiar el color de la ropa de cama y reorganizar la estantería de libros aprovechando el juego que ofrecen sus colores. Por eso, al plantearme un cambio buscaba algo sencillo y barato.
La gran oportunidad la encontré en los papeles pintados. Buscando entre sus posibilidades me llamaron mucho los que ocupan toda una pared planteando el paisaje de un rincón paradisiaco y perdido, pero en realidad me apetecía un cambio más sencillo. Me acerqué a la tienda de decoración más cercana y me hundí en un sinfín de papeles pintados de colores preciosos y estampados especialmente atractivos.
A la hora de ponerlos en diferentes sitios de la habitación, forrando estanterías, mesas, puertas… todo lo que os apetezca es aconsejable seguir unos pequeños trucos. Lo primero comprobar que la superficie sobre la que vamos a pegarlo está limpia y seca, después despegar totalmente el papel que cubre la pega y a continuación aplicar el papel pintado sobre la superficie. Si utilizamos diferentes trozos en el mismo lugar es importante que el dibujo concuerde y no queden espacios con demasiado grosor. Si después de un tiempo, especialmente en baños donde la humedad es constante, el papel comienza a despegarse es posible aplicar de nuevo una cola que lo vuelva a sujetar a la pared.
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