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Aunque hayas sido una mujer activa y deportista, el hecho de estar embarazada te produce una cierta inseguridad. ¿Puedo seguir entrenándome como antes? ¿Y después? ¿Cuándo puedo volver a la rutina?

El embarazo es un proceso que requiere de una gran cantidad de energía. Provoca un gran cansancio, mayor según avanza la gestación, que hará que la práctica deportiva no sea todo lo reconfortante que solía ser. Tratar de imitar tus antiguas marcas en mitad de un embarazo puede ser, no sólo arriesgado desde un punto de vista físico, sino que, desde un punto de vista psicológico, puede llenarte de dudas y frustraciones innecesarias.

Existen ciertos riesgos para el bebé a la hora de mantener el mismo nivel de ejercicio que antes. El oxígeno respirado durante una actividad intensa se dirige hacia los músculos y la piel, lo que puede producir un descenso de la cantidad que le llega al feto, que aumentará su ritmo cardíaco para contrarrestarlo. La glucosa en sangre también disminuye y aumenta la temperatura corporal, con el riesgo de hipertermia (también presente en las usuarias de saunas).

Tras el parto, durante la lactancia, un ejercicio moderado puede ayudarte a recuperar tu antigua forma física. Eso sí, no trates de volver a ser la de antes el primer día. Recuerda que estás alimentando a tu bebé, lo que también es exigente para tu organismo. Eso sí, si practicas deporte de competición, espera a estar en forma y a haber abandonado la lactancia, recuperando el tono del útero y la tonificidad del Suelo Pélvico.

En cualquier caso, deberá ser tu médico quien determine si puedes seguir con tu práctica deportiva o se desaconseja. Recuerda que lo que le fue bien a tu vecina puede ser contraproducente para ti, de manera que procura que sea un especialista quien lo determine.

Tu vida ha cambiado, tu cuerpo también, así que no trates de dar marcha atrás en el reloj sin plantearte lo que esto supone. Ahora te has de cuidar para alguien más.

 

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