Debería ser el momento más feliz, después de todo lo que habéis pasado. Una nueva vida está ya aquí, contigo, y es todo lo maravillosa que podías haber imaginado y más. Y sin embargo, estás triste, tienes ganas de llorar. Te culpas por ello, te sientes mal contigo misma, lo que no hace sino empeorar tu estado. ¿Qué te ocurre? No te preocupes: es la depresión posparto.
Es normal. Aunque las causas científicas se desconocen, es algo que ha ocurrido y continuará ocurriéndole a miles y miles de mujeres (y a no pocos hombres) que acaban de ser mamás. La perspectiva de un cambio tan radical, la responsabilidad de cuidar a una nueva personita, el huracán hormonal al que has sido sometida o el estrés que todo el proceso ha causado en tu organismo serían, cada uno por separado, causa más que suficiente para desquiciar a cualquiera.
Generalmente este tipo de tristeza desaparece tal y como vino: aproximadamente a las dos semanas más o menos todo empezará a volver a la normalidad. Si la tristeza persistiera, fuera incapacitante o sintieras que es más de lo que puedes soportar, no dudes en consultar con tu médico o especialista. Tiene tratamiento, y no se trata de nada excesivamente preocupante, de manera que si notas que te está afectando más de lo esperable, no tienes por qué pasarlo sola.
Pero lo más común es que si cuentas con la complicidad de tu pareja y entorno, con el cariño de los que te rodean y con la ayuda de tu familia, poco a poco desaparezca esa sensación y puedas disfrutar, ya sin ningún reparo, de la felicidad de estos primeros momentos de tu bebé en este mundo.
En cualquier caso, no te sientas culpable si experimentas alguno de estos síntomas. Ni eres una mala madre, ni careces de instinto ni, por supuesto, sufres de alguna extraña malformación que te incapacite para atender a esa maravillosa criaturita que ha venido al mundo. No eres más que una maravillosa mujer que acaba de dar a luz y que necesita mimos y descansar. Mañana será otro día y lo verás todo mucho más claro.
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