amor por el dulce3

Cualquier madre o padre te lo podrá confirmar: les encanta el dulce. Independientemente de su origen, elaboración o aspecto, si es dulce les gusta. Esto, que a veces nos produce tantos quebraderos de cabeza, sobre todo cuando hay que prohibírselo, tiene una razón de ser, cuyo origen se remonta al inicio de nuestra Historia.

El sabor dulce es el más básico: el más sencillo de asumir por nuestro cerebro animal. En origen, nuestros antepasados consumían principalmente frutas, que poseían una mayor capacidad de proporcionarles energía cuanto más maduras estuvieran. El dulzor era un indicativo de su estado. Con el tiempo y la evolución, los antepasados de los humanos fueron ampliando el espectro comestible, pero quedó en nuestra memoria genética la sabiduría de identificar lo dulce con lo energéticamente inmediato y eficiente.

Además, de pequeñitos, el sabor dulce es el primero que detectan nuestros nenes en la leche materna, identificándolo con lo rico y deseable. Si no lo identificasen como bueno, morirían de hambre. De entrada rechazan cualquier otro sabor, porque en el proceso de su crecimiento implicaría elementos no deseables: enfermedad en la madre, veneno o sustancias en mal estado.

Por eso, según vayan creciendo, hay que enseñarles a reconocer y apreciar otros sabores. Como dice el refrán, “a comer se aprende comiendo” y yo añadiría “viendo comer” porque si hay algo que caracterice a nuestros pequeños es el espíritu de emulación. De ninguna manera lograremos que acepten un plato de verdura hervida si detectan que a nosotras tampoco nos gusta. Así que hemos de demostrarles en todo momento que la variedad y diferencia de sabores es deseable y que a nosotras nos encanta probar de todo.

A medida que vayan creciendo hacer que coman lo que esperamos será una batalla ardua. Comencemos por favorecer un clima adecuado acostumbrándoles desde pequeñitos a no depender de lo dulce y a ampliar su gusto. Por su propia salud.

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