ahora que está en casa

Ya han pasado estos nueve meses, que parecieron eternos, y ya lo tenemos aquí con nosotros. Vemos su carita, notamos su respiración, sentimos su suavidad y su inconfundible aroma…y ahora, ¿qué? El miedo nos atenaza y las dudas nos invaden, haciéndonos creer que no podremos ser lo suficientemente buenas para él. No te agobies, esto es normal.

El embarazo y el parto son experiencias increíblemente estresantes, por mucho que las hayamos vivido con felicidad. Nuestro cuerpo ha sufrido muchísimo, y nuestra psique se ve alterada, tanto por el agotamiento como por el bombardeo hormonal inherente. No te bloquees: es normal sentirte abrumada por la responsabilidad. Sobre todo, no procures fingir una serenidad que estás lejos de sentir: ¡pide ayuda! Tu entorno, la familia y los especialistas están ahí para que nada os ocurra ni a ti ni a tu bebé.

Poco a poco te irás dando cuenta de que la montaña que te creías incapaz de escalar estaba solamente en tu pensamiento. Tan sólo has de distanciarte un poquito de tu obsesión para comprender que el sentido común y la enorme ternura que tu hijito te proporciona serán tus principales guías. Incluso si de entrada crees no sentir lo “que se supone” hacia esa nueva vida que tienes entre tus brazos, tranquilízate. Es una manifestación corriente de la depresión post parto: en cuanto lo entiendas desaparecerá la culpa y percibirás el amor.

Por lo demás, ya lo sabes. Procura no exagerar los cuidados, porque tu pequeñín no es de porcelana y debe aprender, pero tampoco lo lleves al extremo de la negligencia. No puedes tratarlo como lo harías con un adulto, porque no entiende tus razones ni, cuando comience a expresarse, sus palabras tendrán el sentido exacto de que un adulto las dotaría, pero tampoco rebajes el tono al tradicional meloso que impide el reto y el crecimiento.

En resumen: sabes que sabes hacerlo. Así que no te castigues. Y disfruta del momento.

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