limites

Cuando nuestros bebés comienzan a moverse, a actuar por su cuenta, están experimentando cómo es la vida a través de las respuestas que obtienen a sus actos. Desde ese primer momento nuestro deber como mamás es hacerles ver que cada acción bien seguida de su consecuencia, y que, por lo mismo, no todo es posible.

Es difícil, lo sé, cuándo te miran con esos ojazos perlados en lágrimas. En ellos se lee la dolorosa pregunta “¿por qué me haces esto?”. Porque es necesario, porque les queremos, porque sin nuestra firmeza ante su inconsciente chantaje emocional no crecerán completos. Estos primeros pasos han de significar sus más valiosas lecciones.

Cada edad conlleva un tipo de actividad en nuestros niños. Por tanto, hemos de adaptar la respuesta a la misma. A un pequeñín que apenas sabe hablar sólo has de decirle “esto no, esto es así”, mientras que cuando ya sea mayorcito puedes apelar a su inteligencia. En cualquier caso, el mensaje ha de ser siempre claro, coherente (no “a veces sí, a veces no”) y siempre consensuado con tu pareja.

Necesitan que les enseñemos a comportarse. Vienen con la mente en blanco, se enfrentan sin defensa posible al caos, y somos nosotros los que hemos de implantar el orden en sus pequeñas inteligencias. Este orden son las normas: morales, sociales y de convivencia. Son los límites necesarios para la vida.

Ten en cuenta, cuando dudes en refrenar su natural exuberancia, que si no aprenden ahora esa palabra que tan fea te suena, “no”, serán otros más adelante quienes se la enseñen, y de una manera mucho más cruda. La vida entera es un enfrentamiento, un juego con sus reglas, y es mejor que las haya aprendido de pequeño.

El día de mañana no recordará ese berrinche cuando no pudo salirse con la suya. Pero sí recordará que el cariño de su madre ha hecho de él o de ella esa gran persona que es ahora.

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